martes, octubre 12, 2010

Soñé palomitas



Soñé palomitas los domingos por la tarde en el sofá, al menos, uno de cada dos. Su voz al otro lado del teléfono me daba la certeza necesaria para creer que esta vez todo era posible. Te quiero, repetía una y otra vez su dulce y aterciopelada voz.

Llegó casi por casualidad, un martes por la mañana en el cual yo aun luchaba contra el jet lag y entró como un huracán en mi vida. Tan solo tres días después ya había decidido que se quedaba para iluminar mis ojos y encender mi sonrisa. “Te llamo solo para decirte que mis sentimientos por ti son increíbles”, me decía teléfono justo 5 minutos después de haber colgado.

Y si… entonces soñé, y soñé despierto cada mañana. Y me vi en una góndola a su lado en Venecia, riendo cómplices y besándonos en cada esquina como dos adolescentes corriendo por las calles de Roma, haciendo planes todos los meses, con una razón para celebrar la Navidad…

Y me vi fuera de mi pueblo, al fin….. ella era el Cadillac de Thunder Road, el mismo que me sacaba de aquí, Climb in back, heaven’s waiting on down the tracks, oh come take my hand, riding out tonight to case the promised land...

Y de repente se marchó, y me quede como muchos de los personajes de Sabina, como un perro de nadie ladrando a las puertas del cielo, con la miel en los labios y escarcha en el pelo. Así que se fue, me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas.

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